Aquí en este pueblo se detiene el movimiento de la Tierra,
y el hombre instala dos farolas que alumbran
sólo hasta el precipicio donde comienza la pseudo-nada.
Aquí en este pueblo, de noche parecemos todos flotar
en la pupila del Universo.
El suelo nocturno y el cielo nocturno se aparean raudos
y no distingo al uno del otro en sus movimientos.
Aquí tal vez el polvo fino y blanco que levantan mis pasos,
el viento se lo lleva a caer en las estrellas.
Ellas estornudarán, yo no.
Miro a lo lejos en vano.
No hay nada más que la energía del viento inasible.
El sonido de las tres mil moscas descansa atrapado bajo sus seis mil alas.
Sólo los grillos cantan.
Sólo los grillos cantan.
Aquí es el pueblo que llaman La Divina Providencia.
-Paulina Meza